INSTRUCIONES

INSTRUCCIONES: En el costado derecho del blog podrás encontrar los enlaces a otros blogs de mi autoría así como el listado de los artistas aquí relacionados.
También hay una sección dedicada a los catálogos musicales de las casas discográficas de Colombia cuyo enlace lo encuentras en el panel derecho del blog.

miércoles, 26 de enero de 2011

LIBARDO ÁLVAREZ GONZÁLEZ

 
Biografía de Libardo Álvarez:

Resulta que en cierta oportunidad, se le ocurrió al composi­tor prolífico de la música de carrilera y parrandera Don Gilberto Mesa, que Libardo Álvarez —un cantante de música fría— le cantara un tema musical netamente caliente y alegre. Libardo —lógicamente—- en un comienzo lo rechazó, y dijo tanto al com­positor, como al dueño de la casa disquera, que cómo se les ocu­rría ofrecerle esa obra, si él era un cantante de pasillos, bambucos, rancheras y todo lo que fuera frío, que nunca había cantado músi­ca caliente, y que además había cantantes muy buenos y bastan­tes que interpretarían mejor esa canción. Fue tanta la insistencia de los amigos de Libardo, que al fin, y después de mil rechazos, optó por grabarla; lo cierto es que se grabó y quince días después el tema era gran éxito, no sólo en Medellín, sino en Armenia, Pereira, Manizales, todo el norte del Valley en el resto del depar­tamento de Antioquia; la canción se llama EL TÁBANO.

Cuando uno trata por primera vez a Libardo Alvarez, pare­ce que lo conociera hace mucho tiempo; pues este hombre es todo amabilidad, cortesía, señorío y educación. Me recibió en su sitio de trabajo ubicado en Medellín en la calle 42 No. 44-78 y concretamente en el tercer piso; allí Libardo tiene un taller donde se trata el plástico en todas sus formas; él mismo contesta el telé­fono y dentro del lugar todo es paz y armonía.

Y Libardo Álvarez, esto me contó:
"Yo nací en Titiribí en el año 1928. Mi familia, era una familia campesina y pobre, una familia muy sencilla.... nos criarnos de una manera muy humilde y trabajando materialmente por ahí en el campo, y estudiando cuando se podía. Mi papá se llamaba Jorge Emilio Álvarez y mi mamá María Teresa González; yo tenía seis hermanos y de todos yo era el penúltimo.

En el campo —en la vereda— yo hago mis estudios hasta segundo año de primaria, luego me fui al pueblo y allá cursé hasta quinto nada más, pues mis p adres no tenían con qué darme estu­dio; en Titiribí sí había colegio de bachillerato, pero desgraciada­mente yo no pude estudiar debido a la pobreza. Después de la escuela yo me dediqué a trabajar; a los doce años yo ya trabaja­ba por ahí en el campo.... materialmente, y desde que inicié las labores materiales me dediqué a trabajar en tejares, en alfarería; yo era oficial de alfarería, incluso manejé varios tejares de esos y los trabajaba de cuenta mía, le participaba al dueño, y a mí me daban un grupo de trabajadores para que yo los manejara; casi todo el tiempo hasta que me vine a Medellín trabajé en los tejares; es decir hasta los diez y nueve o veinte años de edad.

Cuando me vine a Medellín lo hice con Ernesto Castañeda, pues yo soy del dueto de CASTAÑEDA Y ÁLVAREZ. Ernesto y yo nos criamos juntos en una vereda de Titiribí llamada La Fal­da del Corcovado; claro que a mí me inició en la música mi papá, quien tocaba guitarra y tiple; a mí me gustaba esto de la música de cuerda y además tenía la propiedad para ello, entonces más que todo viendo ejecutar a mi papá el tiple y la guitarra, yo también aprendí; es más, mi papá fue mi primer compañero de música, él y yo éramos como un par de amigos y temamos un dueto que probablemente se llamaba LOS ÁLVAREZ o LIBARDO Y EL PAPÁ; estuve con él cantando hasta los diez y seis años más o menos, y por ese tiempo Ernesto Castañeda también le hacía a la guitarra. Un día nos encontramos y juntos dimos los primeros toquecitos por allá en el cuarenta y nueve más o menos; o sea que yo cambié a mi papá por Ernesto —claro que musicalmente—; Ernesto era más joven y con él era más fácil salir a otras veredas y otros sitios; claro que con mi papá también, pero.... no sé.... como Ernesto fuera de acompañar también puntiaba la guitarra, seguro por eso me gustó más con él; y no formamos un trío, por­que mi papá era celoso y no le gustaba cantar con otros, o que yo cantara con otros; inclusive cuando yo hice el dueto con Ernesto no le gustó, y hasta lloró, así como de sentimiento; y no me dijo nada a mí porque me estimaba mucho, pero yo sé que lloró; sólo en última ocasión me dijo:

—-Hombe no se vaya a tocar con Ernesto.
— ¿Pero qué tiene eso papá?, yo también sigo en el dueto con usté.
—Ah bueno; está bien.

Y el hombre se sintió bastante, y después de esto casi no volvió a tocar conmigo; de pronto —de vez en cuando— resulta­ba por ahí una tocatica y me decía:

—No hombe, vaya con Ernesto.

Celoso el hombre.... yo no le paraba muchas bolas, pero claro que siempre me daba mucha tristeza el no poder salir con él de seguido, p ero entonces.... no sé hombe, yo me encariñé tam­bién de Ernesto y hacíamos un dueto muy bueno y muy admirao. Cuando ya Ernesto y yo comenzamos a triunfar, entonces ya mi papá se alegró mucho y vio que nosotros íbamos era pa’ delante.

Ya el dueto establecido, Ernesto y yo nos fogueábamos era en las veredas, en las casas de campo, pues nos invitaban mucho a los matrimonios.... en ese tiempo había mucho matrimonio, y todos celebraban 'las vísperas'; y nos buscaban mucho porque nosotros éramos los principales músicos de allá de la vereda; pero un domingo nos vinimos para’ ca, para Medellín; recuerdo que le dije a Ernesto:

— ¿Por qué no nos vamos pa' Medellín?, ¿por qué no nos vamos a ver cómo nos va allá?

Nosotros trabajábamos en la vereda en oficios del campo; o más bien, yo era el que trabajaba, porque Ernesto era un sinver­güenza que casi no hacía nada, ¡no! Ernesto no trabajaba, y se la pasaba en la casa, porque ellos tenían modito y finquita allá en el Corcovado, y él la pasaba más o menos bueno; en cambio yo sí tenía que 'voliar' pa'yudarle a mi mamá. Ernesto en el dueto puntiaba y hacía la primera voz, yo hacía la segunda y acompaña­ba; entonces él me aceptó y nos vinimos pa' Medellín. Recuerdo que llegamos dizque a cantar por ahí en cualquier parte —uno joven es muy loco—, dizque vamos a cantar por ahí donde nos oigan a ver qué pasa. Eso, como que las cosas que Dios le insinúa a uno en la mente, como que le ilumina a uno las cosas; ¡sí!, yo digo que fue Dios que me iluminó a mí, porque inclusive Ernesto ni siquiera tenía guitarra; y me dijo:

—Bueno, nos vamos y ¿yo qué hago pa' la guitarra herma­no?, y tampoco tengo quién me la preste.

Entonces yo le dije que hace tiempo tenía un amigo que po­seía guitarra y que inclusive yo le había ayudao a conseguir esa guitarra; era una guitarra súper buena, de las primeras que vinie­ron marca Tatay, que tenía un sonido extraordinario, que por cierto —con este amigo— la habíamos comprado en un almacén que llamaba Bedout. Entonces le dije a Ernesto:

—Vamos que fulano de tal nos presta la guitarra.

Yo sabía que el hombre no me negaba la guitarra, aunque la quería como a una niña. Nos vinimos pa' Medellín y fuimos direc­tamente al barrio Antioquia, donde llegamos tardecito —como a las cuatro de la tarde—; o sea que a esa hora llegamos proceden­tes de Titiribí y el hombre de la guitarra estaba en pijama —pues era otro sinvergüenza y muy bebedor—; nos pusimos a charlar con él ahí y nos dijo:

—Bueno, ¿y pa' dónde van de guitarra en mano?

El no conocía bien a Castañeda y yo le dije:

—Primero te presento a mi compañero hombe.

Este señor que nos recibió se llamaba Horacio Fernández y 11:1 sido un buen compositor, de muy buena mente para compo­ner; yo entonces le argumenté:

—Ve hombe, si vos nos haces el favor de prestarnos la guitarra (como y o tenía una hermanita que vivía en Santa Cruz), no­sotros queremos es parrandiar, nos vamos a parrandiar, nos va­mos pa' Santa Cruz donde la hermanita mía; y nos metemos a cantar por allá en una tienda de'sas.... imposible que no nos paren bolas y nos ponemos a cantar, a tomar trago y a que nos oigan a ver.

Entonces dijo Don Horacio:

—Yo la guitarra sí te la presto, yo confío en vos.

Fue, trajo la guitarra y comentó:

—Yo quiero oírlos hombe, ¿por qué no se cantan una cancioncita hombe?

Comenzamos a cantar un bambuco, y dice el señor Fer­nández:

—Canten otra a ver que'so está como bueno.

Nosotros —acabados de llegar de la vereda— estábamos de sombrero y de pantalones anchos; cantamos la otra canción y el hombre se animó, y nos dijo:

—Yo me voy con ustedes hombe.

Se bañó, se organizó y se encachacó; nos hizo dejar los som­breros en la casa y nos llevó pa' donde un amigo de él que tenía una cantina; llegamos allá como a la siete y media de la noche, nos tomamos como de a tres aguardientes y nos dice el hombre:

—Saquen esas guitarras pues güevones, que van a cantar aquí.

Yo había observado que allá cada rato entraban músicos, algunos tocaban y volvían y salían; y repite Don Horacio:

—Saque pues esas putas guitarras güevones, porque yo quiero que los oigan estos bobos que no saben ni tocar ni cantar.

Nosotros con la comprensible pena sacamos las guitarras y empezamos a cantar, y cuando tocamos la segunda canción, se vino el dueño de la cantina y le preguntó a él:

— ¿Y estos muchachos de dónde los trajistes hombe? Y contesta Don Horacio:

—No te vas a burlar de'llos, güevón, que'stos muchachos son campesinos; es primera vez que vienen a Medellín, pero si tenes algo qué sentir de la música de'llos decímelo güevón.

— ¿Cuál sentir hombe?, qué cosa tan verraca, qué verracos pa' cantar hombe; yo me voy a sentar aquí con ustedes.

Allí tomamos y cantamos hasta la hora de cerrar; después le dimos serenata a la novia de nuestro amigo, y a continuación a la señora del dueño de la cantina. A las tres de la mañana nos fuimos pa' Envigado, y se larga el aguacero más verraco; allá en Enviga­do volvimos a cantar y eso se llenó de gente. Don Horacio se presentó como nuestro representante, y a un tipo le dio porque quería darle otra serenata a la mamá, quería que le cantáramos unas 'madres' a su mamá; fuimos y le cantamos a la señora, pero después de esto el hombre dizque no encontraba la plata para el pago por ninguna parte; entonces nos iba a dejar sin el pago, pero nuestro 'apoderado' le dijo:

—Hermano, consiga la plata, porque ese es el pago para estos muchachos campesinos.
Como no aparecía la plata, ellos dos se pusieron a alegar fuerte; y Don Horacio decía:
— ¡O traes la plata o me matas aquí!

Yo dije:
—Horacio deja eso así.

— ¿Deja eso así?, no hermano, este hijueputa paga porque paga.

Afortunadamente, en ese momento pasó la que llamaban en ese tiempo la 'Policía Montada'; Don Horacio les contó todo a los agentes y éstos detuvieron al individuo; nosotros nos fuimos para otro establecimiento y allí estaba el Alcalde de Envigado; los policías le comentaron a éste lo sucedido e inmediatamente el Alcalde le dijo al tipo:

—Vea hombre, le voy a dar diez minutos para que le consiga esa plata a los muchachos y si no, queda detenido.

El tipo no la pudo conseguir y entonces lo detuvieron; lo cierto es que la plata se perdió, pues a los dos días nosotros teníamos que regresar al pueblo; así que las primeras 'madres' que cantamos en esta ciudad.... fueron gratis.

Al día siguiente de esas serenatas, Don Horacio nos dijo:

—Los voy a llevar a una emisora güevones; la emisora de un amigo mío que es de apellido Villegas Giraldo, creo que se llama Emisora Claridad.

¡Nosotros qué íbamos a saber de emisoras ni nada!, pero llegamos a la emisora y Don Horacio le dijo a él que cantábamos muy bien; grabamos unas canciones que él nos dijo, posterior­mente pasarían por la emisora; pero cuando estábamos cantan­do, llegó un hermano del señor Villegas Giraldo, quien preguntó de dónde éramos, y a continuación nos refirió:

—Yo tengo un amigo que tiene un sello disquero, claro que es un sello 'pirata' y tengo la seguridad que él les graba algún disco.

Nosotros no creíamos lo que oíamos pues esa palabra nos parecía tan grande; pero él repetía:

—Yo estoy seguro que ese hombre les graba.

Este señor nos dio la dirección, con una tarjeta que él envió; llegamos en un taxi y quien nos recibió era más misterioso que un verriondo; hermano del de la emisora, hermano del que nos envió y se llamaba Óscar Villegas, y por eso también el sello 'pirata' se llamaba Óscar. Nos pidió que cantáramos algo y le cantamos el primer tema que después grabamos, EN LA PUNTA DE UN PUÑAL...., después le cantamos ME IMPORTA POCO, y a continuación una canción de Ernesto que titulaba VIDA MÍA, y que dice:

Que yo no puedo olvidarme de tus besos....

Anotó esos números en un papel y nos dijo:

— ¿Ustedes saben qué es grabar?; bueno, si no saben, yo les enseño; yo les voy a sacar discos a ustedes, ¿les parece bien?

— ¡Hombe, pues claro!, ¿cómo que no?

Respondimos nosotros en nuestra inocencia.

—Ustedes se van a quedar aquí en mi casa y yo les doy lo que necesitan, comida, dormida y además salen conmigo para que vayan viendo cómo es eso de la carrera artística.

Claro que nos permitió ir al pueblo antes de la grabación, y cuando la gente supo en Titiribí, todos eran como asustados. Re­cuerdo que grabamos en La Voz de Antioquia —en acetato— EN LA PUNTA DE UN PUÑAL, con el respaldo de ME IM­PORTA POCO; entonces el tipo nos dijo:

—No se vayan a ir que ustedes van a quedar exclusivos míos.

— ¿Exclusivos?, ¿cómo así que exclusivos?

—Exclusivos, es que ustedes no le pueden grabar a nadie; van a grabar para este sello nada más, ustedes son exclusivos de Discos Óscar; y es bueno que lo sepan de una vez, que no pue­den grabar con nadie más, así los llamen las otras casas disqueras, pues ustedes son exclusivos míos.

Y nosotros nos dejamos engatusar del hombre, pero tran­quilos. El disco salió, y salió 'prendido', pues se vendía por toda parte. Días después nos dijo:

—Esto con ustedes va para largo, pues me conseguí un so­cio y les vamos a grabar muchos discos; pero recuerden que son exclusivos míos y esto es un negocio serio. El socio tiene platica, «sí que vamos a cambiar el seno mío por otro, de manera que seguirán grabando para la sociedad.

Yo le respondí:

—Bueno, pero si usté no nos da platica, nosotros nos tene­mos que ir, pues nuestro trabajo o la platica, hacen falta en nues­tras casas.

— ¡No!, hagamos una cosa, yo les voy a conseguir trabajo.

Con el socio nos consiguió trabajo y nos fuimos dizque a 'ensamblar', que era solamente apretar alambritos, porque noso­tros no sabíamos nada; claro que después aprendimos a ensam­blar chasises y aprendimos también que ese señor, nos estaba estafando; y cómo sería la estafa, que llevó a la casa disquera Sylver el disco EN LA PUNTA DE UN PUÑAL, lo mostró allá pero se descachó y dio los nombres de nosotros y donde trabajábamos, claro que luego de vender el disco con derechos autorales y todo. La gente de Sylver nos descubrió, y el director artístico —de apellido Alzate—también era paisano de nosotros; allí nos regañaron, porque nosotros insistíamos que éramos exclusivos del sello Óscar, y nos llamaron como debía ser: ¡PENDEJOS!

—Ese hombre no tiene fábrica, es un pirata, no se dejen cuentiar.

Lo mejor es que cuando nos pasamos a Sylver, el tal Óscar nos bravió y todo, y no nos pagó ni las grabaciones ni las regalías; yo hasta tenía muy malas intenciones con ese tipo; porque usté sabe que el campesino cuando se enoja saca el machetico y pre­gunta a ver qué pasa; yo le dije a Ernesto:

—Vamos a pegarle una aporriada a este hijueputa.

Pero Ernesto no quiso, y el tipo nos contestó:

— ¡Coman mierda, porque no les pago ni un centavo!

O sea que nos dejamos robar esa plata, pero nos consegui­mos el contratico en Sylver, donde nos fue muy bien, permaneci­mos muchos años y nos grababan un disquito mensual; nosotros sólo grabábamos música fría: pasillos, bambucos, pero sobretodo rancheras y corridos; claro que Ernesto y yo en Sylver también grabamos algunos numeritos de música parrandera, como fueron dos currulaos titulados MEDELLÍN y LOS RATEROS; el pri­mero composición de Horacio y yo, y el segundo composición de Ernesto Castañeda; después grabamos muchos otros de música parrandera.

De discos Sylver pasamos a Lyra; allí Don Otoniel Cardona nos dijo que nos iba a grabar unos números, y así fue; después grabamos en Ondina, y prácticamente ya grabábamos donde que­ríamos, incluso grabamos en mucho sellito pirata, de a uno o dos discos, pero grabamos. Donde no tuvimos la oportunidad de gra­bar fue en Zeida, donde nos disgustamos por ciertas cosas que no las quiero mencionar; y allí, en ese momento Horacio y yo nos abrimos. El fue con un compañero a grabar y no le grabaron; yo fui con otro a grabar y no me grabaron, pues ellos querían a CASTAÑEDA Y ÁLVAREZ, pero como no nos hablábamos, tuvimos que pasar en silencio un poco de años.

Yo me coloqué a trabajar en Indurrajes, donde me ayudó a colocar Guillermo Galeano; incluso Guillermo tenía un sellito 'pi­rata', que lo hicimos parar Raúl López, y yo haciendo de solista; grabé para Galeano temas como COPAS NEGRAS y TE CAÍS­TE CONMIGO; de las otras no me acuerdo, pues yo no conser­vo nada de mis grabaciones, pues a la casa iba cualquier amigo, y si le gustaban mis discos se los llevaba.

Un día se apareció el compositor Gilberto Mesa, con un muchacho que era locutor y de apellido Arredondo, dizque para que les grabara dos numeritos de música bailable —cosa que yo no había hecho jamás cantando de solista—. El compositor insis­tió, y yo le argumentaba:

— ¿Por qué no buscas otro?

—Ve, es que son dos numeritos, el uno se llama EL TÁBA­NO, y el otro LA ESCOBA DE JUANA.

—Hombe yo no he grabao esa música caliente y además hay mucho quien cante eso hombe.

—De todas maneras yo quiero que me cantes los numeritos.

Cuando me mostraron y me cantaron los números, a mí no me gustó ninguno de los dos, incluso le dije al grabador:

—Eso como que no es pa' mí; esos números están buenos pa' Luis Carlos Jaramillo que's un hombre que tiene la capacidá jocosa como para grabar esos numeritos, y yo no le veo gracia a eso.

El grabador contestó:

—De todas maneras yo también quiero que usté grabe eso.

Y oiga lo que conviene; al domingo estaba yo en la casa, pegando unos adobes, cuando fueron llegando Arredondo, Gilber­to Mesa y el difunto Jesús Vanegas y me dijeron:

—Venimos a ensayar aquí y definitivamente queremos que cantes los numeritos.

Ya me daba pena hacerme de rogar, me bajé de allá y ensa­yé con ellos, montamos los números, los grabé, ¡y mire que gran­de fue el éxito! Así fue como comencé en la música parrandera; he grabao bastantes parranderos, claro que mis más grandes éxi­tos han sido el que estábamos mencionando EL TÁBANO y también fue gran éxito TRINIDAD, del que hubo muchas versio­nes, pero la que gustó fue la mía que la grabé con un acordioncito, y eso que los otros la hicieron con unos combos los verriondos. Yo también—durante casi cinco años— firmé exclusividá con Discos Metrópoli, y casi todo lo que grabé allí fue bailable, pero también hice TRISTE SOLEDAD, que era un bolero, y eso que creían que yo no era capaz de cantar un bolero,

Esa triste soledad, este negro amanecer....

Con este pegué mucho a pesar de que fue grabado por gran­des tríos; y salió con un bolero de Pedro Nel Isaza por el respal­do, titulado A UNA CITA.

El único instrumento que yo toco es la guitarra; ¡ah! y tuve otros éxitos como EL ENCHUFE, de Gilberto Mesa, que se ven­dió bastante y la música es mía; también sonó NO SOMOS GOTEREROS, canción con música igualmente mía; EL AVISPAO, letra de Alfonso Muriel y yo le puse la música; bueno grabé tantas que ya no me acuerdo, pero un éxito en ese tiempo era de diez mil discos y no es como ahora que el éxito es de cien mil para arriba, y si no, no es éxito.

En mi modo de tocar y cantar no influyó Guillermo Buitrago; y yo creo que nosotros —CASTAÑEDA Y ÁLVAREZ— fui­mos de los primeros en interpretar esta música parrandera; y cuan­do resulta José A Bedoya, ya nosotros habíamos grabao mucha música de esa clase; claro que cuando nosotros grabamos, el Mono González ya tenía muchos temas, y también Carlos Muñoz era contemporáneo; Luis Carlos Jaramillo no había empezao, lo mis­mo Leonel Ospina, pero por ese tiempo se fueron organizando todos.

Para los éxitos que yo he tenido en la música, no he sido bien pagado; yo tengo mucha música grabada y lo que recibe uno es muy poco; y cualquiera de los cantantes y compositores de la música parrandera, le dirán lo mismo, nos han pagado muy poco para todo lo que hemos hecho; porque esto.... esto no compen­sa; imagínese usté que uno va a una fábrica a que le liquiden las regalías, y qué va a saber uno cuántos discos vendieron; entonces uno es engañado de todas formas, yo particularmente me siento engañado de todas las fábricas, pues de acuerdo con lo que he hecho, sólo me han dado ' chichiguas'; imagínese qué tan fregao es eso que en ocasiones yo grabé un disco y fui personalmente a comprar veinte o treinta unidades para regalarle a amigos y fami­liares; después iba a reclamar las regalías y me decían que'l disco no se había vendido; mejor dicho, el trato de las casas disqueras con nosotros, ES INJUSTO.

Entre los artistas de parranda que yo más he admirado, es­tán: José A. Bedoya, que entre otras cosas era muy celoso musi­calmente hablando; él no le decía a nadie qué había grabao, pero a uno siempre le preguntaba:

—Libardo, ¿qué has grabao por ahí hombe?

Era más zorro que un verraco, pero yo tampoco le decía; José tenía más estilo que yo para la música bailable y tenía más facilidad para grabar, pues él grababa para Sonolux y yo para esos sellitos 'piratas'; por ejemplo los discos de Metrópoli pare­cían 'chicharritas' y se vendían depura 'churria'; el único disco que quedó bien grabao fue EL TÁBANO en Ondina; ¡ah! y TRI­NIDAD, que también quedó bien hecho.

A mí me gustaba que en las grabaciones me acompañara un 'combito' de amigos que teníamos y que éramos: Pedro Nel Isaza, Jesús Vanegas en el bajo, Jarro Gómez en los bongoes, Julio César Villafuerte y Horacio Castañeda.

En aquel tiempo en la música parrandera, los mejores punte­ros eran: Leonel Ospina, un guitarrista muy bueno; Manuel Suescún, también muy buen puntero y me gustaba grabar con él; Ricardo González, muy bueno; José Bedoya, que era muy bueno pero no le puntiaba a uno.

Arturo Ruiz del Castillo es un excelente compositor y muy buena gente; incluso Castañeda y yo le grabamos muchos temas, y además yo regrabé aquella obra famosa suya ENTRE CALI Y MEDELLÍN.

En general, entre los músicos parranderos de aquel tiempo, hubo una buena amistad, claro que no faltaron los envidiosos; y casi todos nos reuníamos en el bar Canadá, y también en El Gol­fo, que quedaba ahí donde está.... mejor dicho, en Amador con Carabobo; y el Canadá era en Amador con Bolívar; ahí nos man­teníamos nosotros y después nos pasábamos para El Portón Rojo que quedaba en Carabobo entre Amador y Maturín.

En mi carrera artística formé parte de los siguientes grupos:
CASTAÑEDAYÁLVAREZ
MEJÍAYÁLVAREZ
LOS KATÍOS
LOS TROVADORES DEL SUR
LOS TROVADORES DEL TONUSCO
RÍOS Y ÁLVAREZ.

En cierta oportunidad también grabé con el nombre artísti­cos de JOSÉ LIZ".

1 comentario:

  1. Me alegra saber que existe este blog en el cual se rescata el legado artístico parrandero paisa. manifiestopaisa.blogspot.com.

    ResponderEliminar