Biografía de Arturo Ruiz del Castillo
Este hombre ha sido uno de los compositores grandes
que ha tenido, no sólo la música parrandera, sino la música antioqueña
y colombiana; compositor muy prolífico, que ha hecho obras en todos los ritmos;
y aunque poco se le ve en la calle, si usted se lo encontrara, nunca se
imaginaría que este hombre de aspecto tan sencillo sea el compositor de obras
musicales tradicionales y que usted ha bailado y disfrutado, como: MARÍA
TERESA, EL JARDINERO, ENTRE CALI Y MEDELLÍN, LA NIÑA PREGUNTONA y muchas,
pero muchas más.
A su casa de habitación en el barrio Manrique de
Medellín, fui llevado por los compositores Arturo Zuluaga y Valedor Ramírez,
quienes me presentaron a un señor muy amable, robusto, de aspecto plácido, charlatán y amigo de los
amigos; uno se podría quedar con este señor hablando días enteros, pues como
estuvo tan metido en el bagaje de las empresas disqueras y de los artistas de
aquella época de oro, conoce a la mayoría de los protagonistas, aunque ya
—debido a su edad—, olvida algunos detalles.
Y con esa parsimonia propia de los veteranos, para
los que de ninguna manera cuenta el tiempo, esto nos comentó, después
de mostrarnos tres inmensos tomos, donde están escritas casi 4.000 canciones
que este hombre ha hecho:
"Soy hijo de padres campesinos; a mi padre no
lo conocí porque a
los tres meses de estar vivo yo, se fue, pues una mujer le echó mano y se lo
llevó; porque cada que venía pa'ca, pá' la casa, le daba eso tan raro y tenía
que devolverse; yo lo conocí por fotografías, tenía una carbonería, pues él era
carbonero; yo nací aquí en Medellín, en el barrio Villa Hermosa, y a los tres
meses el hombre se perdió y yo no lo conocí.
Entonces nosotros empezamos a rodar, a rodar, a
rodar, muy pobres.... pero muy pobres, pues imagínese a mi mamá sola para criar 8
hijos, ¡ah!
Yo me eduqué en la Normal de Varones y como
era muy bueno pa'l dibujo, yo le hacía los dibujos a los compañeros y ellos me
daban el 'algo'; claro que el 'algo' en ese tiempo era un centavo, pero eso era
buena plata, porque fíjese que uno iba a Guayaquil donde le daban un plato de
fiijoles, pezuña, arroz, mazamorra y todo eso por 5 centavos. Pero un día Don
Pastor Londoño —que era el profesor—, les dijo a mis compañeros:
—A
ustedes, ¿quién les está haciendo estos dibujos, que todos salen tan parecidos?
Después de las amenazas del maestro, ellos me aventaron:
—Ruiz,
¿usté por qué está haciendo esto?
—Don
Pastor, yo soy muy pobre, y ellos por eso me dan pa'l 'alguito'.... ¿es que es
algún pecado o qué?
—No, no,
no, mejor dicho, después de que le den el 'algo', hágale los dibujos a todos.
A1 fin del año el profesor me regaló unos
libros de dibujo, cuadernos grandes de dibujo y esto me fue animando mucho;
claro que la fiebre mía era hacer terracotas, pues yo me iba para una cañada a sacar
barro y hacía imágenes, y la gente me decía:
—
¿Por qué no me vendes una de esas?
—No, no,
no, yo no sé nada de'so.
Hasta que una vez el Padre Suárez, español,
de la Parroquia de Boston, me mandó a llamar:
—Oiga
joven, a mí me han hablao de usté, dígame cómo se llama.
—Yo me
llamo Arturo Ruiz del Castillo.
—
¿Del Castillo?, ¿ese apellido de dónde es que yo no
lo conozco?
Y resulta que ese Del Castillo, yo lo había
derivado del apellido de mi mamá, que era Castaño y me gustó más Ruiz del
Castillo, que Ruiz Castaño.
Oiga pues.... oiga pues, y fue pasando el tiempo, el
tiempo, el tiempo y ya hice unas imágenes más altas, esto fue en la época en que se
veneraba aquí al Niño Jesús de Praga; yo hice una imagen del Niño Jesús de
Praga y entonces una tía me dijo:
—Arturo,
¿por qué no lo rifás y pones las boletas a 5 centavos?
—Vea
hombe, no está ni mala la idea.
Saqué boletas y boletas, lo rifé, y se lo ganó mi tía.
Claro que ese oficio no lo pagaban muy bien y yo no sabía trabajar el yeso; pasó
el tiempo y me dio por pintar paisajes, llené la casa de paisajes, y dice mi
mamá:
— ¡Arturo
por Dios!, ve cómo me estás volviendo la casa, ¿por qué estás haciendo eso?
—Tranquila
mamá, que yo después cojo cal y blanqueo.
Y ese fue mi principio; haciendo murales en mi
propia casa. Luego arreglé la casa, y comencé a pintar cuadros en cartones, y
cuando tenía bastantes, me dice un amigo:
—Arturo,
vamonos a recorrer, y yo te ayudo a vender todos esos cartones.
Y nos fuimos hasta el ferrocarril de Amagá; de la
estación de este
pueblo salimos a pie hasta Fredonia, donde un peluquero nos cambió dos peluquiadas
por un cuadro; después nos cogió la que no falta.... el hambre.
—Arturo,
¿vos no tenes pa' comprar nada?
—Yo qué
voy a tener, hombe.
Llegamos a un restaurante, donde dimos otro cuadro
por un par de almuerzos; y seguimos almorzando apunta'e cuadros, hasta que
atravesando potreros y corriéndole a vacas y toros, llegamos de noche a La
Pintada —población a orillas del río Cauca—, sitio donde se encontraban los dos
ferrocarriles del occidente colombiano, el de Antioquia y el del Pacífico, y
como no teníamos dinero, nos acostamos en dos vagones de trenes que estaba
parqueados; él se acostó en uno y yo en otro, y caímos como privados después de
tanto caminar; incluso 8 o 10 cuadros que todavía nos quedaban, se los robaron,
pues nosotros del puro cansancio, no nos dimos cuenta y creíamos que al otro
día al despertar, seguiríamos por ahí pa' esas fincas; pero lo cierto fue que
el vagón donde mi amigo durmió iba pa'l Valle, y despertó por allá muy lejos; y
el mío era del Ferrocarril de Antioquia, entonces desperté en Bolombolo; volví
a La Pintada y allá estaba mi amigo que había vuelto del Valle, y nos fuimos pa'
Valparaíso a coger café.
— ¿Saben
coger café?
—No
sabemos, pero queremos coger café.
Este oficio no nos gustó porque pagaban muy poquito; entonces
a pura uña, fuimos atravesando pueblos.... hasta que llegamos a Pereira; y
allí se me perdió mi compañero, pues Pereira era una ciudad y pertenecía al
departamento de Caldas.
Oíste pues.... yo empecé a buscar la manera.... y
estándola buscando fui a dar a la cárcel:
—
¿Usté qué está haciendo?
—Buscando
trabajo.
—Entonces
venga búsquelo conmigo.
Y me llevaron pa' la cárcel, pero yo pensaba:
—Bueno,
aquí siquiera no tengo que pagar arriendo ni comida.
Pero luego me soltaron, pues se dieron cuenta que yo
no era malhechor, y entonces me fui p a' Manizales; de ahí, en
cable aéreo, resulté en Mariquita, y por cosas del destino volví a Pereira,
donde un señor me dio trabajo y hospedaje; allí pinté un cuadro que ganó una
exposición, pero quien me patrocinaba se lo robó.
Un día me fui pa' misa a la Valvanera en Pereira, y
cuando salía, vi una viejita ¡igualitica a mi mamá!, y me dije:
—Hombe,
¿qué está haciendo mi mamá por aquí?
Me puse a seguirla, corrí mucho y nunca la alcancé, hasta
que en medio de la gente se me perdió; entonces yo me quedé pensando:
—Esto es
un aviso.... esto es un aviso.
Y como pude, me fui, arreglé las
maletas y me vine pa' Medellín a la carrera.
—
¡Mamá!, ¿usté estuvo en Pereira?
—No mijo, yo no me he movido de
acá.
Pasó el tiempo y me puse a pintar avisos, y pasé toda
mi juventud en el barrio Pativilca o Ratón Pelao; después un señor Don Camilo
—que había sido amigo de mi papá—, me alquiló un local, pagándole 3 pesos
mensuales; y a ese local llegó mi amigo, el que se me había perdido en Pereira.
Posteriormente, con unos amigos, me fui para Zaragoza y Remedios, donde pasamos
muchos trabajos, ya que nuestra intención era llegar a Barranquilla, pero
todos se devolvieron; yo me embarqué por el río Magdalena.... y por fin llegué
a Barranquilla; ¡allí aguanté tanta hambre!, que un día me desmayé y me
llevaron pa'l hospital; despierto yo con esa sed tan verrionda y me dice un
costeño:
—Paisa,
tome un poquito de esta mazamorra que me la trajo mi mamá.
Yo me la llevé a la boca, me mando un tremendo
sorbo.... y la tuve que botar; pues era mazamorra salada.
Volví a Medellín—más o menos en el 48—, me comentaron
que había un local para arrendar; era carito, pues valía 60 pesos mensuales,
que era mucha plata en ese tiempo; recuerdo que antes yo había tenido otro
local cerca de la iglesia de San Antonio —Palacé con San Juan—, y sólo pagaba 8
pesos mensuales; este nuevo local me valía 60, pero era mejor punto, pues
estaba donde se encontraba la competencia. De'ste nuevo taller brotó un
semillero musical muy grande, pues de ahí—por conducto mío—, salió mucha gente;
no lo digo con orgullo, pues me ha gustao ser sencillo, pero sí tuve que ver en
el triunfo de muchos artistas; y allí, donde uno se mojaba cuando caía un
aguacero, cualquier día comenzaron a llegar guitarras; yo no tocaba guitarra,
sino que le jalaba un poquito al acordeón, incluso yo grabé algunos discos tocando
acordeón, tangos y valses campesinos, nada parecido a lo que hacen los hijos
míos, que son músicos profesionales; a ese taller iba el perro y el gato, ¡
claro!, como yo les daba dormida, pues en mi taller se trabajaba hasta muy
tarde y esa era la vaina; venían muchos músicos y se ponían a tocar, entonces
la gente preguntaba:
—
¿Aquí enseñan música? —No, no enseñamos música.
Pero posteriormente yo conseguí un piano
y guitarras, y eso lógicamente llamaba mucho la atención pa' la música,
entonces esto atrajo mucho más músicos a mi negocio.
Vea le cuento cómo resulté yo de compositor....
un día aparecieron en el taller dos morochos jóvenes, que tenían tipo de
costeños y decían que eran dibujantes:
—
¿Están buscando trabajo?
—
¡Sí!, queremos trabajar.
—Llegaron
donde no hay trabajo, pero aquí se pueden quedar.
Se quedaron y dormían en los bancos de carpintería,
luego se levantaban y tan, tan, tan, tan, toque tambores y guitarra como un
verriondo, ¿y sabe quiénes eran?... Dídimo Ospina y otro que no recuerdo, y
entonces yo dije:
—Voy a
componer una canción.
Pero eso me dio mucha dificultad, sin embargo
compuse algo que se llama ENTRE CALI Y MEDELLÍN; a un bogotano le pregunté por
los nombres de los barrios de Bogotá; y a un caleño, por los principales barrios
de esta ciudad, pues los de Manizales yo ya los conocía.... y decían los
trabajadores de la empresa:
—Don
Arturo se va a enloquecer.
Saqué esa chorrera de barrios y comencé a 'espulgar',
esto sí, esto no, en fin, hasta que hice mi número; los llamé y le dije a
Dídimo:
—Ve, tengo
una letra y una música que te compuse a vos.
—
¿A mí?, ¿usté es compositor?
—Claro hombe,
yo soy compositor.
—
¿Sí?, ¿y cómo se llama esa mierda?
—Esa
mierda se llama ENTRE CALI Y MEDELLÍN.
—Usté se
va a ir pa'l manicomio Arturo, deje de marraniar con eso.
—Hombe, es
que me gustó la voz tuya hombe; y ¿sabes por qué la compuse?; por vos, vos
fuiste la fuente de mi inspiración.
—Ve, y
hasta poeta se volvió este güevón; la fuente de mi.... hombe no me hagas reír.
—Parame
bolas y móntalo.
—Qué voy a
montar esa mierda, hombe.... cantalo a ver.
Entonces yo lo empecé a cantar:
—
¡No!, eso no sirve pa'nada.
Pero un cliente que estaba ahí, me
dijo:
—Don
Arturo, eso que usté estaba cantando, está muy bueno, ¿eso es de'se negro?
—No, eso
es mío, pero él dice que es mejor que yo me vaya pa'l manicomio.
Estábamos hablando cuando dice Dídimo:
—Consígame
una orquesta.
'— ¿Orquesta?, ¿de dónde?, aquí no hay ni guitarrista
siquiera.
Entonces el cliente, que era músico, me
dijo:
—Don Arturo, yo le consigo la orquesta.
Al rato viene y me dice que la orquesta nos estaba
esperando; cogimos un taxi, llegamos cerca al café Ruso, y como que no faltábamos
sino nosotros, porque ahí estaba toda la orquesta; El Gato que era trompetista,
preguntó:
— ¿Quiénes
son ustedes?
—Arturo
Ruiz del Castillo y su cantante.
Se empañeron en que cantara yo; me guindé a cantar y dijeron
los músicos.
—
¡Eso está bueno!, está muy bueno.
—
Se ensayó varias veces y Dídimo no quería cantarlo; claro que
cuando en Cali la hizo pasar como composición suya, ahí sí quería. Llamé a Don
Alfredo Diez, y arrancamos ahí mismo para la emisora a grabarlo, entonces
Dídimo se animó, se fumó un 'cacho' de marihuana; entramos a la sala y eso
salió como un avión, yo estaba tocando la guacharaca; y de reverso le pusimos
un tema llamado LA GATA:
Estaba durmiendo yo, estaba durmiendo yo
en casa de ña Cormaca
y un ruido me despertó, y un
ruido me despertó
a las tres
de la mañana....
¿Vos no lo
has oído?
Estábamos Edmundo Arias y yo, grabando en Emisora Claridad,
cuando Hernán Córdoba me avisó que Jhonny Albino y EL TRÍO SAN JUAN —de visita
en la ciudad—, necesitaban hablar conmigo. Me dice Edmundo:
—
¿Qué pasa Arturito?
—
—Ve con lo
que me sale Córdoba.... ¿será un vacilón?
—
¡No!, ese señor es muy serio.... ¡llámalos!
—
Resulta que ellos habían llegado a Medellín,
procedentes de Panamá, lugar donde Albino había escuchado ENTRE CALI Y
MEDELLIN, entonces cuando llegaron aquí, eran enverriondaos preguntando por el
compositor, y Córdoba les había dicho dónde me encontraba yo; ellos lo querían
grabar, porque este número me lo han grabao cargas de gentes, LOS MELÓDICOS,
Gabriel Romero y muchos otros.
Fuimos al hotel donde se hospedaba EL TRIO SAN JUAN,
y dice el portero:
—
¿Usté quién es?
—Arturo
Ruiz del Castillo.
—A usté es
al que necesitan aquí.
Llegamos al segundo piso —yo iba con Dídimo—, y me dice
Chago Alvarado:
—
¿Tú eres Arturo Ruiz del Castillo?, siéntate para
que desayunes con nosotros.
—No
tranquilos, yo acabo de soltar la cuchara.... yo los espero aquí.
Y era que querían grabar mi obra en Estados
Unidos, pero necesitaban mi autorización; me pidieron que la cantara y entonces
comencé:
Señor chofer
señor
chofer
señor
chofer quiero a Cali conocer....
Y dijo Albino:
—
¡Ese es el que necesitamos!
—Muchachos,
quedan plenamente autorizados.
—No le
vamos a cambiar nada, la grabaremos tal como usted la compuso.
Y así la grabaron.
LOS MELÓDICOS en Venezuela también hicieron de este número
todo un exitazo; pero Manolo Monterrey me escribió solicitando que les
permitiera el cambio de letra, de acuerdo con Venezuela o Caracas, y asi lo
hicieron.
Jin Laí, es el seudónimo que utilizo, cuando saco
canciones que no son 'guascas' sino como tirando a poemas; y me puse así no por
nada en especial, sino simplemente porque yo soy caprichoso.
Llegó un momento en que el nombre de Arturo Ruiz del
Castillo, estaba totalmente en la olla, estaba quemao, quemao, quemao, porque
yo grabé discos en cuatro marcas de cuenta mía, Arpegio, Arpa, Récord y Sonoro;
ya no se vendían casi los discos, entonces dije me voy a poner Pancho del
Prado, porque en esa época estaba Pérez Prado botando la pelota y dije, pues la
voy a botar yo también.... y me puse Pancho del Prado.
En cierta ocasión fui a Codiscos, y quien recibía
el material era David Ocampo, que me había conocido siempre como Arturo Ruiz
del Castillo, entonces preguntó:
—
¿De quién son estos números?, ¿de Don Arturo?
—No; son de Pancho del Prado.
—Arturo, y
¿por qué te vas a cambiar el nombre?
—Simplemente
porque me dio la gana.
Y lo de Pancho, es porque soy muy bajito; en
realidad me cambié el nombre porque yo soy agüerista y pensé que éste me traería
suerte, y lo cierto fue que resultó un éxito, éxito, éxito.
Yo soy un compositor autodidacta, o sea que yo mismo
me hice; entonces mi fuente de inspiración está aquí arriba (y señala el
piso de encima de la casa); y entonces mi señora me dice:
—
¿Vos qué haces tanto aquí arriba en la plancha?,
¿vos qué haces tanto allá?
Yo miro el panorama, desde ahí de la
plancha miro la lejanía, oigo cantar los pajaritos, quienes siempre me
contestan cuando yo los llamo.... y esa es la fuente de inspiración.
Temas como CANTA EL GALLO, MARÍA TERESA,
EL JARDINERO y otros, todos son imaginarios; y de la vida real son muy pocos.
¿Cuántas
composiciones he hecho?... ¡noooo!, pues vea, mire —y señala los tres tomos
donde se encuentran las letras de casi 4.000 composiciones—; las he compuesto
en todos los aires, corridos, paseos, tangos, boleros.... en fin.
El tango YO VALGO MÁS, me dio esta casa; yo se lo
compuse a LOS RELICARIOS, pero si usté le pregunta a ellos, le van a
responder:
—
¿Arturo Ruiz del Castillo?, nosotros sí lo hemos
oído mentar; pero no lo conocemos.
Un día apareció por mi taller un muchacho muy pintoso
llamado Óscar Agudelo, y me dijo:
—
¿Usté es Don Arturo Ruiz del Castillo?, es que me
enviaron, dizque porque usté tiene un repertorio muy bueno para mí; y como yo
no he grabao, vengo a ver qué canciones me recomienda.
En ese momento estaban ahí LOS RELICARIOS.
—Muchachos,
canten el tango YO VALGO MÁS.
Después de
escucharlo dice Óscar Agudelo:
—
¿Ese es el tango?... a mí no me gusta eso.
—
— ¡Chóquela!;
yo soy el autor, y de esa música es que yo tengo; pero yo no conozco su voz,
así que ¿por qué no canta?
Los muchachos del TRIO PALMAR—que no
salían de mi taller—, acompañaron a Óscar Agudelo cantando LA CAMA VACÍA,
entonces yo le dije:
—Usté
tiene una muy buena voz, así que cante lo que usté sabe cantar, y no pierda
tiempo buscando nuevos repertorios; vea, vayase ya mismo pa' Codiscos, que allá
lo están esperando pa' grabar.
—Pero,
perdóneme Don Arturo.
—No hombe,
eso no tiene nada que a usté no le gusten mis tangos, no se preocupe; quedamos
de amigos.
Fue a Codiscos e inmediatamente lo hicieron
exclusivo; y a mí me dijeron:
—Don
Arturo, dele a este muchacho uno de sus tangos.
—Hombe,
pero si a este muchacho no le gustaron mis tangos hombe;vea, vamos a hacer una
cosa, grábenle el tango YO VALGO MÁS a LOS RELICARIOS, que ustedes no se lo han
querido grabar a ellos; y yo pago de mi bolsillo, si con esa grabación tienen
alguna perdida.
—Fíjese lo
que está hablando.
—Si, yo sé
que estoy hablando y yo les repongo, si es necesario, hasta con el último
centavo; yo no estoy loco.
Entonces Don Alfredo Diez aceptó, se
grabó YO VALGO MAS y es de los más grandes éxitos que tuvieron LOS RELICARIOS;
y cómo sería, que un tipo vino a comprarme la autoría del discos por 5.000
pesos—que era bastante plata en ese tiempo—, y me subió hasta 15.000 pesos y yo
no acepté, porque ese disco en ese tiempo se vendía era por grandes paquetes.
Un tiempo después, cuando Óscar Agudelo ya era artista consagrado me dijo:
—Don
Arturo, ¿se acuerda que yo le dije que no me gustaba ese tango suyo?, y ahora
está regao por todo Colombia; si usté viera cómo me ha pesado no habérselo
recibido a usté.
Un día llegó un señor a mi taller, y me dijo:
—Yo soy El
Caballero Gaucho.
— ¡Eh!,
¡por fin te conocí!
—Vea Don Arturo,
grabé su tango YO VALGO MÁS, que es un éxito por LOS RELICARIOS, pero en
Cundinamarca, el Tolima y todo eso por allá, no lo baja nadie en la voz mía.
Y al parecer hubo algún problema, porque del disco que
grabó El Caballero Gaucho yo no recibí 10 centavos.
Con las regalías a mí todas las casas me han
dao garrote; vea, esta semana supe de una grabación mía, MARÍA TERESA, que la
grabaron y la han vendido mucho; fui a reclamar las regalías. ... y me
entregaron 6.000 pesos.
Estaba yo tocando acordeón, en una fábrica llamada Silver
cuando conocí a Edmundo Arias, y ese mismo día también conocí a Raúl López,
pero cantando tangos; antes de salir de la fábrica me dice un músico.
—Oíste,
¿estás viendo aquel moreno que está allá?
—
¿Ese negrito?, ¿quién es hombe?
—Está loco
de ganas de hablar con vos.
— Sí,
pero, ¿quién es?
—
¿Voz no conoces a Joaquín Arias?
—
¡Cómo no lo voy a conocer!
—Es hijo
de Joaquín Arias; y es un gran compositor y gran músico; está esperando que vos
le ayudes, te está buscando es a vos.
—
¡No!, no me lo presentes.
Inmediatamente me fui hasta mi taller, y al
momentico, yo veo que el hijo de Joaquín Arias venía pa'l taller; llegó y
me dijo muy seriamente:
—
¿Cómo está señor?
Yo me reí un poco, y entonces agrega:
—
¿Tiene conciencia de reírse?
—
—Ve, perdóname,
¿pero vos venís es a matame?
—Depende
de lo que usté me conteste.
Y al hombre se le notaba la rabia por encima, pues
venía como
dispuesto a todo.... y me pregunta:
—
¿Usté conoce a Saúl Orrego?
—
¡Claro!, Saúl es gran amigo mío.
—
¿Dónde estuvo usté con él ahora por la mañana?
—Grabando
unos discos en Silver.
—
¿Que le dijo usté a él cuando quiso presentarme a
mí?
—Ve
hombre, perdoname la franqueza, pero vos no me caíste bien y le dije que no
quería conocerte; ¿pero vas a peliar conmigo?
—Admiro la
franqueza que tenes; choquemos la mano, porque si veo que reculás y echas
pa'trás, ve lo que traía para vos.
Y ese hombre que era tan sano, se había sentido
tan ofendido que traía un cuchillo en la mano, y si yo me pongo de bravero seguramente
me hubiera pasao al papayo.
—Choque
otra vez esa mano, pues desde hoy usté va a ser mi mejor amigo; y lo felicito,
porque así como usté me lo dijo, así le dijo a Saúl.
En ese momento a este hombre —Edmundo
Arias—, nadie lo conocía, era un total desconocido que acababa de llegar a
Medellín.
—Don
Arturo, estoy para servirle desde ya, porque yo sé que usté es la vaca que más
caga aquí en Medellín; aquí han venido a buscarlo caleños, costeños y
manizalitas, y hoy vengo yo a buscarlo; soy de Tuluá, usté tiene aquí mucho
trabajador, despegúese de unos pesos y mande a comprar lo que más se pueda de
papel de música, y choque la mano; pero me presenta los músicos que vienen aquí, pues usté es la vaca cagona y
yo quiero conocerlos; a mí no me conoce nadie aquí y estoy aguantando hambre;
soy compositor, soy músico, toco muchos instrumentos, pero me dijeron que usté
es quien me va ayudar a mí.
—
¡Ah!, yo le ayudo con mucho gusto.
—No vaya a
tomarlo a mal, pero necesito 30.000 pesos para cubrir unas deudas que tengo.
Y 30.000 pesos en ese momento.... eran pero mucha
plata.
—Una de
las cosas que voy a hacer con ese dinero, es sacar el bajo que lo tengo
empeñado.
A Edmundo sólo le faltaba vivir en mi taller,
porque allá se mantenía.
—Consígame
unos músicos bien buenos.
—Yo
conozco unos que tocan con Lucho Bermúdez.
—Esos me
sirven.
Le traje un poco'e músicos, entre esos a Lito Paniagua
y Ramón Paniagua; llegaron los papeles de música.... y este hombre comienza
hacer arreglos. Fuimos a la empresa con arreglos, músicos y canciones, y me
dice Don Alfredo:
—
¿Quién es ese morocho que está parao allá contra esa
columna?
—Enseguida
le digo, espere que arranque la orquesta.
Volvió a insistir:
—
¿Quién es ese morocho?
—Es un
hijo de Joaquín Arias.
—
¡Cóoomo!, ¿hijo de Joaquín Arias?, ¿y él es el
arreglista de'so?, ¿o es suyo?
—Todos los
temas son míos, pero él es el arreglista y el director de la orquesta.... ¡y
espere pa' que oiga cómo suena!
Edmundo era tan noble que la noche anterior me había dicho:
—Ve Arturito,
vos te has manejao muy bien conmigo, ni un padre se maneja con uno como te
manejás vos; te voy hacer un regalo y no me vas a decir que no; todos estos
arreglos que te estoy haciendo, te autorizo por medio de esta cosa, pa' que vos
cobres esa plata.
—
¡Cóoomo!, ¡no!, un hombre que está aguantando hambre,
¡no!
—Vea
Arturito, tiene que recibírmelos; tiene que recibírmelos o me mareo con usté.
—
¿Usté está trabajando para mí?
—Pero usté
se mató por mí; y tengo que devolverle parte de lo que usté me dio.
Y me pagó hasta el último centavo. Esta orquesta fue la famosa
SONORA CABECENIDO.
¿Vos has
oído mentar un cantante que ya murió, Edmundo Rivero?; ese ha sido uno de los
mejores cantantes que me ha grabao a mí; y el primer disco que'l grabó era de
Arturo Ruiz del Castillo, colombiano; allá gustó mucho esa obra y él la cogió,
letra y música mía, QUIERO QUE SUFRAS y DOLOR PROFUNDO".
Les felicito y a la vez quisiera comunicarme con Uds. para compartir información. Estoy escribiendo un libro sobre autoresy compositores de pasillos en Ecuador. En este caso concreto necesito los datos biográficos de Ruiz del Castillo Arturo. Mucho agradeceré escribirme al mi correo marcoenrique1@gmail.com. Reitero la felicitación y también agradezco el poder comunicarnos.
ResponderEliminarMarco E. Sánchez Matamoros - Machala - Ecuador