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lunes, 24 de julio de 2017

JAIRO GÓMEZ


Biografía de Jairo Gómez

Cuando inicié este trabajo de la música parrandera, una cosa que me sorprendió, es que cada que entrevistaba un cantante y le preguntaba por su conjunto acompañante, éste siempre decía:

—Y en los bongoes estaba Jairo Gómez.

Y yo decía:

— ¿Quien será ese Jairo Gómez, que en todos los conjuntos parranderos está?

Y para sorpresa mayor, no sólo estaba en los conjuntos parranderos, sino que fue el bongocero de grandes orquestas antioqueñas y del resto del país; cómo sería que cuenta Chico Valdez, que cuando "El Jefe", Daniel Santos, venía a grabar a Medellín siempre ponía esta condición.

—Si en los bongoes no está Jairo, entonces no grabo.

"El Ratón"—Miguel Montoya—, me dio el teléfono de Jairo y concretamos la entrevista.

Jairo Gómez, es un hombre todavía muy entero, conversa­dor, contador de anécdotas, amable, gran coleccionista musical y conocedor de la música en todos sus géneros; y en medio de su charla, esto me contó:

"¿Dónde nací yo?
Bueno, le voy a decir la verdá a usté, porque mi papá era antioqueño de Rionegro, y mi mamá era barranquillera; todos mis hermanos son antioqueños, y somos tres mujeres y tres hombres, pero sinceramente yo soy nacido en Barranquilla; claro que a esta tierra querida sólo fui una vez con Gustavo Fortich, y me gusta más la mazamorra que el pescao. Nací el 10 de abril de 1936 en una visita que mi mamá le hizo a la suya en la capital del Atlántico. Mi padre era un antioqueño negociante y entonces de Barranquilla nos llevó a vivir a Cali, porque ese hombre tenía almacenes de ropa, farmacias, tiendas, mejor dicho tuvo e todo; y mi mamá era muy buena para tener tiendas. Vivimos en Cali casi 15 años y con el 9 de abril, nos tuvimos que venir pa'cá, pa Medellín; negamos a una residencia ubicada en la calle Tejelo, casi al frente del Pala­cio Municipal; y de ahí nos pasamos a otra casa en Cúcuta con la Paz. Se me olvidaba decirle que de Cali no pasamos a Medellín, sino a Pereira, donde permanecimos año y medio, y de ahí a Medellín.

Mi mamá tenía un hermano que era pianista y llamaba Pepe -como un hijo mío—; él estudiaba música, y se hizo una marimba a base de botellas; yo no lo conocí, pero creo que me dejó la herencia musical—a él lo mató un carro en Barranquilla.

Mi segundo hermano —que vive en Pereira y se llama John—, llevaba a mis hermanas los domingos al Hotel Nutibara, pues no­sotros vivíamos cerca; y allá, a ese sitio también algunas veces me llevaban a mí y cuando ellas veían los instrumentos me decían:

— ¿No cierto que vos tocas ese instrumento?

Y yo hacía con la cabeza que sí, pero no decía nada; así que asistiendo a este sitio me entusiasmé por la música. Después mi mamá compró una casa que en ese tiempo costó 9.000 pesos, y allí cerca conocí un zapatero, barranquillero, muy formal y que se llamaba Amado Barrios; con él conformé lo que se llamaba una 'murga' o 'bonche'; y el instrumento primero que yo toqué fue el bongó; ese me lo enseñó aquel señor que tocó con la BILLO'S CARACAS BOYS en RAPSODIA DE CUEROS y que se lla­ma Toño Miranda; él me dio una sola clase en mi propia casa pues Amado me contactó con él y yo lo invité a comer; en un rato me enseñó a 'martillar' y me decía:

—Martille, Jairo martille.

Y agregaba:

—Eso tenes que estudiarlo y repetirlo, no sólo hoy, sino to­dos los días.

Yo trabajé seis años con la orquesta de Pietro Mascheroni y allí el baterista se llamaba Arturo Salazar —muy bueno.

El mejor conguero que yo tuve en la vida se llamaba Lucho Morales y fue en aquel incipiente 'BONCHE', en compañía de Amado Barrios que era guacharaquero; y otro conguero muy bueno, fue un antioqueño que se fue para la costa y se llamaba Jorge Gómez—buenísimo.

Grabé mi primer L.P. con Tito Cortés, arreglos de Edmundo Arias, en La Voz de Medellín, donde hoy en día queda Bellas Artes, allí conocí al pianista cubano Bola de Nieve, que por cierto ese día se había ganado un seco de la lotería y estaba muy con­tento.

El segundo L.P. fue con Tito Ávila, quien me dio la mano de una manera muy definida, pues él era un artista famoso, era un tipo formal, serio, disciplinado y casi no tomaba trago, era bien vestido y de buena presencia, y me decía:

—Jairo, a uno en la vida le sirve mucho el roce que uno tenga, eso es mejor que estudiar en la máxima universidad del mundo.

Recuerdo que grabamos con Óscar Villegas en una graba­dora portátil; y yo era dichoso porque ya me oía tocando el bongó.

Después hicimos un conjunto, Tito Ávila, Cristóbal Pérez, Niño Fernández y yo, y nos presentábamos en el segundo piso de almacenes Caravana, que tenía promociones permanentes, esto era los sábados en la tarde y transcurría 1952 o 53; yo era pelao y ya era artista. Trabajé y grabé bastante con Tito Ávila, ARBOLITO DE NAVIDAD, LAS GOLONDRINAS, DELICADO y muchos números más: actuábamos en ese entonces en el Club Cortijo.

En un hotel que quedaba en un segundo piso de la Plazuela Uribe Uribe, fue donde yo conocí a Edmundo Arias, y allí tam­bién estaba Efraín González. Pero Edmundo era un hombre sen­cillo, a quien le gustaba mucho el juego de damas y apenas estaba comenzando, nunca cambió, siempre fue el mismo gran amigo, y cómo le parece que este hombre me metió a grabar con todo artista que venía a Medellín.

Después conocí a Arturo Ruiz del Castillo quien me presen­tó a un muchacho Riaza que tocaba timbales con baquetas, pero no bongoes; yo gustaba más porque yo tocaba cencerro y bongoes al mismo tiempo, estilo Papaíto o Manteca, aquellos de LA SO­NORA MATANCERA. ¡Es que uno nace pa' eso!, como dice el refrán, el que nace pa' bultiador trae la espalda ancha.

Estando con Edmundo grabamos con Bienvenido Granda y Gregorio Barrios y no lo hice con Oswaldo Gómez ni con René Cabel, pero acompañé a Leo Marini en el Hotel Intercontinental. Grabé también 3 long plays con LA SONORA MARINERA y los seis primeros elepés de LOS DIPLOMÁTICOS, yo era de LOS DIPLOMÁTICOS, cómo le parece que este conjunto es­taba conformado así:
Julio García, director y arreglista
Lito Paniagua, en la guitarra
Saulo Uribe, bajista
Cholo Gallardo, saxofón
Jairo Gómez, percusión (batería completa)
Óscar López, maracas.

Grabé también muchos discos con LOS CORRALEROS
DE MAJAGUAL, con Alfredo Gutiérrez, César Castro, Elíseo, en fin; recuerdo que con Alfredo hice FESTIVAL EN GUARARÉ y FIESTA EN CORRALEJA; con ellos grabé toda la percusión, pero menos la caja vallenata porque yo no he sido vallenato.

Grabé algunos temas con Lucho Argaín y la antigua SONORA DINAMITA; y es que a discos Fuentes me llevó el gran ami­go Luis Eduardo Gutiérrez, ¡un músico extraordinario!

Grabé con una estudiantina pero ni el nombre recuerdo.

En Sonolux hice cuatro boleros con María Luisa Landín; re­cuerdo que vino con el hijo que estaba pelaíto y era muy bien vestido.

Acompañé también a Daniel Santos, Lucho Ramírez, a Víctor
Hugo Ayala, al TRÍO CARABEL, a OBDULIO Y JULIÁN y al DUETO DE ANTAÑO. Grabé con Conchita Cintrón, con Ligia Mayo, con LOS PAMPEROS, LOS RELICARIOS, LAS HER­MANAS CALLE, Óscar Agudelo, El Caballero Gaucho, Gabriel Raymon y Raúl López.

Yo ingreso a la música parrandera como en 1954, y no recuerdo si llegué a ella por Agustín o por Don Otoniel Cardona, que en ese tiempo estaba en Lira de Sonolux. Claro que yo grabé Pa' Codiscos, LA NIÑA PREGUNTONA con Luis Carlos Jaramillo y la Ñata Consuelo Pérez. También grabé mucho con José A., Agustín y Joaquín Bedoya, LOS GOTEREROS, EL CONDUCTOR, entre otros. Con LOS RELICARIOS grabé LA RANA, pero yo también hice canciones con Óscar Velásquez y su TRÍO AMÉRICA y con el TRÍO SENSACIÓN.

Don Jesús Vanegas era un bajista muy bueno y como perso­na excelente; era desesperado por llegar a su casa y no se repo­saba después de toda una noche de grabación y yo creo que por eso se enfermó y después se murió. Otro bajista con quien yo grabé muchos temas fue mi amigo Luis Eduardo Gutiérrez, aquel que tiene con la esposa—, EL DUETO LAS AMERICAS.

En 1956 vino a La Voz de Medellín, el cantante cubano Beny Moré que tenía como baterista a Rolando La Serie. Moré se enamoró del bongocito mío y me dijo que si se lo vendía, y se lo iba a vender porque, quién le decía que no al gran Beny Moré y esa orquestóta!

Guillermo Buitrago influenció mucho a la música parrandera; el fundamento y la inspiración del punteo de José A. Bedoya es Guillermo Buitrago, claro que los Bedoyas le pusieron ese doble sentido bien empleado.

Yo grabé también con Antonio Posada y recién salido de la montaña, con un guitarrista y cantante genial, Leonel Ospina, que para puntiar era tremendo; y aún hoy en día se pone a puntiar en el C.A.M.C. y todos los músicos le hacen corrillo; y uno de ellos decía:

—No joda, si este hombre puntea así, ¿cómo sería que es­tuviera en sano juicio?

Con Posada hicimos QUE LO DIGA ELLA, INES VENITE PA'CA y muchos números.

Grabé también con Fabio Arroyave y con tres trompetistas de Lucho Bermúdez, los boleros SERÁN TUS MANOS y SED DE ORO, que cantó Tony Dalmar; los trompetistas eran el cuba­no Al Díaz, Miguel Ospino y Manuel Cervantes. Fíjese que noso­tros grabamos tanto, que muchas veces lo hacíamos por la ma­ñana, por la tarde y por la noche; y a veces repetíamos un tema en distinta casa grabadora y con distinto intérprete.

La música ha sido muy mal pagada, y antes no había sindica­to de músicos; eso porque Luis Eduardo Pabón y todos los músi­cos conocidos formaron esta organización. Imagínese que a mí me pagaban a 3,50 pesos cara; o sea que por disco eran 7 pesos.
Yo trabajé con Ricaurte Arias en el Jardín Pilsen y allí, una vez, me dijo el papá de Jaime Galé:

—Jairo, usté en esta orquesta gana muy poquito; usté debe cobrar tanto.

Pero yo por la necesidá me quedaba ahí, y además yo goza­ba mucho tocando batería; fíjese que en esa orquesta estaba el excelente pianista y persona Nicolás Torres; estaba también Gerardo Bedoya que era trompetista y muchos músicos más.

El mejor baterista que yo he visto en mi vida se llamó Nicolás Cervantes y de allí sigue Pompilio Rodríguez el de Pacho Galan, que es espectacular.

Yo también viví en el barrio Robledo en unas casitas que alquilaba un señor muy querido, Don Octavio Burgos.

Con los músicos que yo mejor me sentí cuando estaba gra­bando fueron, Edmundo Arias, EL TRÍO LA ROSA y LOS DI­PLOMÁTICOS; porque con LOS CORRALEROS la cosa era muy rápida.

A los dos años de casao me enfermé y me tuve que retirar mucho de la música pero Lucho Campillo me propuso llevarme a Méjico a trabajar con su conjunto.

Con Fabio Torres hice más de un long play; también con Agustín Bedoya, Gildardo Montoya y otros.

Arturo Ruiz del Castillo siempre era el mismo genio; se inte­resaba por las grabaciones, por los músicos y compuso muchísi­mo: ENTRE CALI Y MEDELLÍN, MARÍA TERESA, EL JAR­DINERO, entre otros.

Para puntiar, yo no sé cuál era mejor, si Leonel Ospina o José A Bedoya, pero estos dos eran cosa aparte. José A. Bedoya sólo se puntiaba él mismo o a su familia, pero es que José no tenía necesidad y él sabía muy bien la rutina que hay que seguir para lograr un éxito musical, y era un conocedor de cómo se le hacía promoción a un disco; llegaba a un bar, y le daba dinero a los meseros para que pisaran en el traganíquel el disco que él acababa de grabar; claro que es que los vendedores de Sonolux de ese tiempo, en los negocios, no ofrecían sino baladas, y nada de música parrandera.

Cuando nosotros grabábamos a veces se llevaba una tanda de licor, pero casi nadie nos mandaba una botella. A propósito, una noche estábamos acompañando a Fernando Fernández en el teatro Olimpia y al frente había una heladería que fue donde Cristóbal Pérez tomó Folidol y se envenenó por una mujer; entonces con Fernando Fernández estábamos haciendo matiné a las 4 y vespertina a las 6 y noche; salimos a la heladería y este cantante mejicano nos dijo:

—El tequila sí es un trago fuerte, pero vamos a tomar de esto que toman ustedes.

Y cogió la botella de aguardiente antioqueño y se mandó a puro pico un tremendo guascazo; eran las 5:40 de la tarde y ya casi debíamos iniciar la función de vespertina. Fernández, se sen­tó, al rato llamó al representante y le dijo:

—Hombre, yo creo que no vamos a poder hacer vespertina y noche, porque es que yo....

Y dio tres pasos y al suelo fue a dar.

La música parrandera de hoy en día no sirve, es como los tríos boleristas de hoy en día que ya casi no cantan nada bonito; yo recuerdo cuando Alberto González compadre mío y pertene­ciente a LOS ROMANCEROS se rebuscaba en el repertorio antiguo y salían con unas canciones muy hermosas.

Yo todavía sigo tocando pero sólo para grabación; porque ya mis cuatro hijos profesionales no me dejan participar de todas esas trasnochadas. A veces me dice Agustín Bedoya, por ejem­plo, acompáñame a tocar donde unos amigos, y yo voy; pero ya no me interesa la plata.

En el grupo de los Bedoyas, la mayoría de las composicio­nes las hizo un músico muy capacitado que es José Muñoz, pero algunas se realizaron entre todos, como en una especie de taller. Yo nunca he sido compositor. Los tres grandes compositores de la música parrandera y de carrilera han sido, Pedro Nel Isaza, José Muñoz y Rómulo Caicedo que manejaba bus para Robledo y lo hacía de saco y corbata, además era el hombre más fiel con la esposa que yo he conocido y la quiso toda la vida.

Con César Castro hice tres long plays para un señor de Miami que pagó 90 horas de estudio en Sonolux.

Con Ligia Mayo grabé todos sus grandes éxitos, y recuerdo que la primera voz del coro era Carlos Murillo el de LOS PAMPEROS.
Otro de los compositores grandes y de una facilidad impre­sionante ha sido Luis Bernardo Saldarriaga.

Trabajé 7 años con Gustavo Fortich y él me contaba que cuando fue con Peñaloza Antonio María de gira hasta el Perú; este trompetista cogía su instrumento —y sin dejar de tocar—, lo desarmaba lentamente hasta quedarse sólo con la boquilla; y lo volvía a armar totalmente y siempre sin dejar de tocar; a esto se le llamaba el SHOW DE PEÑALOZA. Pero como que a este gran músico en el Perú le dio 'mamitis' y se devolvió, en cambio Fortich y Valencia siguieron hacia la Argentina; y contaba Fortich que una vez en Brasil, se le dañó la guitarra, fue a que se la arreglaran y cerca al almacén había un negro tocando una guitarra precisa­mente y lo hacía de una manera impresionante, Fortich preguntó:

— ¿Quién es ese señor que toca la guitarra?

—Es un negro hijueputa albañil que se la pasa por ahí jodiendo con eso.

Y decía Fortich que pensaba en ir a quitar todos esos carte­les que anunciaban a Fortich y Valencia, pues ese negro que tocaba en la calle, lo hacía mejor que él; y si un albañil tocaba mejor, pues le daba pena que lo anunciaran como EL DUETO NUMERO UNO EN COLOMBIA.

Grabamos 3 elepés con LA SONORA MARINERA acom­pañando a Daniel Santos; recuerdo que en esta grabación forma­ban Carlos González, hermano de Guillermo que era pianista, Lito Paniagua tocaba la guitarra, Gabriel Uribe saxofonista, clarinete y flauta y en el bajo no estoy cierto si era Saulo el cubano. Pero en uno de esos días Daniel llegó tan trabao, que Toño Fuentes le dijo:

—Daniel, dejemos esta grabación para mañana.

Y así fue. Claro que Daniel era un hombre respetuoso y ad­miraba al buen músico; y cuando él dirigía la orquesta, hacía res­petar a todos los elementos que estaban bajo su dirección.

Cuando Miguelito Valdez vino a Medellín, le preguntaron:

—Miguelito, ¿quién es mejor cantante entre usted y Daniel Santos?
Y respondió:

—A mi no me mencione ese hijueputa.

Yo me ganaba 250 pesos mensuales trabajando en la or­questa de La Voz de Medellín, y tenía que ensayar todos los días de 11 a 1 de la tarde; en esa emisora me tocó acompañar a Alfredo Sadel y a Xiomara Alfaro, que era una mujer que tenía el cuerpo deslumbrante dé la mujer cubana. También actué allí con Kiko Mendive, quien me enseñó a tocar el tumbador combinado con cencerro. En varias oportunidades acompañé a un gran bolerista, Lucho Gatica, pero nunca a su hermano Arturo".

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